Son las siete con treinta dos y en la tienda de la esquina Nube pide un encendedor
 y un Delicados suelto. Ocho Cincuenta, le dice el encargado,
con una voz igual de insípida que su aspecto.
Nube tarda poco mas de cinco segundos en pagar.
Pareciera que no ve a ninguna parte, su mirada esta perdida
en la repisa de las mermeladas.

“Mermelada de mora”, le retumba en la cabeza.

Ocho pasos fuera de la tienda enciende el cigarrillo.
No podrá quitarse esa sensación de ansiedad hasta cinco horas después.

"Pinche mariguanito”, susurra despectivamente el encargado, segundos
antes de que una caguama se le resbale de la mano y se desmadre contra el suelo.

-¡Ora la limpias, y la pagas!, ¡Pendejo!,
le grita una voz de viejo desde el interior de la tiendita.