Los primeros días de mi vida con ella son difíciles de recordar, por no decir improbables. La mayor parte del tiempo bebíamos y fumábamos. Nos besábamos. Íbamos al mercado a comprar brochetas de frutas bañadas en chocolate. Caminábamos por San Paraíso mientras fotografiábamos titánicos atardeceres. La cama todo el tiempo estaba destendida.
Siempre me pregunto como un ser humano tan frágil a simple vista, podía resistir toda la noche follando para después levantarse a las cinco y media de la mañana y entrar a una jornada de 10 horas en esa fabrica del chingado demonio. La fuerza de Erika es algo que aun no puedo describir, aunque lo intente, por más que lo intente, no puedo.
La conocí junto a su hermana en un café del centro. Después pasamos toda la noche fumando en un rincón absoluto de una jodida fiesta. Entonces ese efecto deslumbrante de la belleza. Esas ansias desgarradoras: cuando te percatas de que algo es, o fue tan hermoso, que ni siquiera tuviste la capacidad de analizar o comprender sus rasgos más distinguibles. Un acercamiento más volátil que físico. Poesía sin escrúpulos. El desastre inminente. Esa capacidad natural, inherente a ella, de encontrar la belleza en donde parecía no existir. El crujido impostergable de la vanguardia. La fuerza para cambiar el mundo.
Como podría recordar la cantidad exacta de horas que me dejo con la boca abierta y el corazón hinchado mientras la veía dormir o acariciar al gato. A veces llegan a mi cabeza las imágenes de una casa en donde el sexo era transparente. A veces llegan imágenes en donde el cielo es rojo, el cielo es verde, el cielo es morado & ella viste como el arcoíris.
La verdad es que la descripción que intento hacerte de todo esto es en muchos puntos una mentira de mi estado anímico, es decir, se que la verdad pudo haber sido distinta. Quizá los edificios nunca cortaron la luz, y esa vista industrial al borde del precipicio no fue más que un espejismo-metáfora de un sueño irremediable. Quizá el cielo no era rojo si no rosa. Quizá la vida no era vida, si no muerte. Tantas noches me atormente creyendo que mi presencia no había sido más que un ligero malentendido. La infame ocasión de la tragedia para así poder divertirse un poco a expensas de ambos & de aquel sol que siempre amanecía sobre nosotros. Aquel sol que nos aligeraba el peso con su brillo, aquel sol que tantas veces parecía gritarnos que nos detuviéramos, que lo dejáramos todo y corriéramos en direcciones contrarias. Pero tan hermosa era su estela y tan cegadora fue su luz, que no hicimos otra cosa que seguir aferrados a la cripta de nuestros brazos, de nuestras piernas, a la cripta tan extravagante de nuestro sexo, que por esos tiempos palpitaba como carne viva en la hoguera negra de un infierno llamado enamoramiento, en ese delirio tan placentero, tan atroz.
Tú ya sabes que la calamidad es parte inherente de mi existencia, y lo sabes porque lo has visto. Aunque a pesar de ello, aun no logres entender como mi existencia formaba parte de ella, y más extraño aun: no era ella la tragedia para mí, y quizá yo tampoco para ella. La tragedia consistía en esa necesidad de buscarnos para rechazarnos en todo instante, la tragedia del encuentro falaz, de la situación inverosímil. Si tan solo pudiera darte una descripción eficaz del significado que guarda su existencia para mi, entonces quizá dejarías de preguntarme cosas tan obvias, tan vánales. ¿Qué cuántas fueron las noches que me olvidó?, o cuán lejos quedaron los días en los que su presencia y su recuerdo se mezclaban en una sola sustancia homogénea, es decir ¿cuando fue que su aparición anfibia desafío estos tiempos tan jodidos para poder regalarme también esa ausencia primero tan mal valorada? De que me serviría intentar explicártelo si de cualquier manera las palabras que necesito para eso aun no han sido inventadas, y la vida que me queda es corta, insuficiente. Ya ni siquiera me molesto en saber qué es lo que hoy tengo de ella.
Sabes también que me molestan esa clase de prejuicios infundados. Porque el tiempo es un prejuicio y te lo he dicho de siempre, la capacidad de la gente para asimilar ciertos aspectos naturales de la relatividad nunca ha sido algo muy cultivado entre los jóvenes y los ya muy viejos de hoy en día. Algo que podría tal vez escrutar en mi memoria a placer podrían ser las formas de caracol que su cabello mantenía de manera electrizante. Ciertas verdades absolutas de sus ojos: como que son hermosos cuando están abiertos & cuando están cerrados. Ciertamente y lo sé de buena fuente, siguen siendo más hermosos cuando no me miran, por que cuando me han mirado, tu mejor que nadie lo sabes, todo en mi dejaba de existir.