No me preguntes como sucedió, la casa estaba hecha pedazos, el lavabo no servía y las ventanas todas rotas dejaban pasar a las aves, la luz y a los insectos.
Fue una mañana después de beber demasiado, me di cuenta que tenía que abandonarla. El sol empezaba a incendiar el techo y los ratones desgajaban los cimientos con la velocidad de un jodido corredor somalí.
Eso es todo, decidí dejar la casa. Lo primero que paso por mi cabeza fue bañarla en gasolina y prenderle fuego, luego me percate de que no tenía dinero para gasolina o algún producto inflamable. En ese momento salí corriendo, directo a embriagarme lo más pronto posible. Camine por el centro, fume cigarrillos y platique con un cabronazo que se quitaba el sombrero por Neruda. Suerte que tenia sombrero, al hacer esa reverencia dejo al descubierto su calvicie y su falta de estilo. Le pregunte si era poeta, tenía pinta de pinche campesino, me mostro las siglas de su partido político, el vato era historiador y la mayoría de las veces que intentaba decirle algo me callaba alegando que yo era un pinche escuincle flaco, me decía, “no digas pendejadas morro”. Nadie le cree nada a los morros flacos y pendejos, sobre todo cuando están despeinados y deprimidos. Le dije que yo era un anti nerudiano, heredero ilegitimo de Parra y Bretón. Inesperadamente decidió rociarme con pachuli. Nunca había conocido el pachuli, solo había oído hablar de él.
Intentaba escribirte un poema pero no pude ni siquiera cagar. Soy poeta, le dije al pendejazo este. ¿Sabes lo horrible que es intentar escribir un poema y percatarte de que ni siquiera puedes cagar? En la beduina estas cosas pasan. La primera cosa que debes saber es que no hay cagadero, es gracioso si analizas cuanta mierda pasa por el taburete. Solo existe un mingitorio al final de la barra.  Son cosas que sobrepasan la miseria humana. Un poema y la caca son parecidos. Ambos entran por los orificios tan chistosos que tenemos en la cabeza, de las formas más apetecibles y terminan saliendo disparados por el culo. Un chapuzón en el retrete y no más, pero yo  ni siquiera podía tirarme un pedo.
Cuando regrese  a casa compre dos tacos árabes. Estaba muy ebrio; demasiado. Fume los resquicios de hashis que quedaban en mi pipa y empecé a malviajarme con Chopin. Cuando me quede dormido tuve un sueño muy extraño. Estaba en una fiesta que ya había durado mucho tiempo. En la fiesta yo platicaba con Carmen mientras  tú que estabas sentada frente a nosotros hablabas con un tipo detestable que te abrazaba de las formas más repugnantes.
En ese momento yo decidía salir de aquella casa, te preguntaba si querías ir a dar una vuelta y respondías que sí pero cuando salía de allí tú ya no estabas conmigo y cuando regresaba a buscarte habías desaparecido. Incluso el abuelo estaba ahí dentro, pero él no sabía nada de tu existencia. ¿Erika? ¿Quién carajo es Erika?, me gritaba al tiempo que orgasmeaba a una morra que se mecía sobre su verga. En fin, pensé que probablemente te habías escapado con aquel guarrazo de extraña existencia y yo ya no podía hacer nada para encontrarte, sabes a lo que me refiero, contigo he aprendido a resignarme.
Cuando salía la luz me cegaba y en realidad todo era muy deslumbrante, por ejemplo las caras de las personas que también parecían maniquíes, o la mirada de los insectos que lograba reflejar el sol de las maneras más monstruosas, todo esto era de verdad brilloso excepto yo, que estaba triste. Tenía un color opaco, parecido al de los espejos viejos, esos que ya no logran reflejar nada.
Amanecí triste y me percate de que lo mejor para mí era convertirme en un vagabundo, pero de hábito forjado, no nada más de pasatiempo. Una férula nunca detendrá mi hambre, pensé cuando vi la basura de tacos por todo el suelo, mis moneditas tiradas en el piso y ese refresco a medio beber que me fio el taquero.
No tengo ambiciones y es la mejor manera de volverme loco sin que nadie chiste nada, transformarme en un vagabundo de hábitos transgresores y palabras inentendibles. Asi podría caminar de aquí para allá, nunca bañarme y escribir todos los poemas que nunca pienso. Podría buscar comida en la basura, pensé al ver que mi habitación en realidad era el contenedor más grande de la colonia. Si todos pusieran un poco de su parte podría llegar a ser el basurero municipal. También podría robarle el dinero a tipos desafortunados y embriagarme el cuarenta por ciento de mi tiempo.
Un veinte por ciento lo usaría para dormir, y el otro cuarenta dejaría mi mente en blanco. Tú ya sabes, como cuando me dices que soy un zombi por quedarme tanto tiempo sin decirte nada. Pero es que, ¿qué puedo decirte? Igual que al mundo, no tengo nada que contarte. La mayoría del tiempo me gustaría ser más interesante, poder provocarte sonrisas o deseos. O por lo menos ser más honesto conmigo mismo, como cuando me has preguntado qué me pasa y te contesto que nada, en realidad me pasa todo, en realidad me pasa que estoy junto a ti, eso es lo que me pasa. ¿Pero qué quieres que te diga? Discúlpame pero es que estoy junto a ti, no verdad, sería extraño decirte eso. Pero tú ya lo sabes, tú ya sabes lo que me pasa cuando estoy junto a ti, lo has sabido siempre y sin embargo actúas como si lo hubieras olvidado.

Mi tristeza era apabullante
Las resacas de los lunes son difíciles de digerir
Hoy vine a la Beduina a escribirte un poema
El cráter limita las llamas de una escopeta infierno.
Juicio Final
Te quiero tanto
La esquina perteneciente al mundo que me ha enclaustrado
No es la misma / el atardecer / el remedio / casi nada de luz
Te extraño
Aunque mis poemas sean los peores del mundo
Y aunque me imagines como el tipo más feo
El cabrón más incompetente
Te escribo
Me gustaría, en lugar de quemar mi casa
Regalártela, para que la pintes del color que quieras
Para que aspires todas las mañanas el pelito de los gatos.
Para que hagas lentejas y plátanos fritos
Con ese cariño tan inherente a ti.
Podría renunciar a mi vida allí y aparecerme en el bosque
Como una ardilla.
Lo haría por el arte, objetivamente
Ejercer el arte, sin besarte.
La poesía sin un lucro
Un final sin pensamientos.
O quizá el egoísmo en su causa más noble
Necesito aprender esgrima, retaré a mucha gente a duelos
Sobre todo a los que te pretendan
Y a otros que me caigan muy mal, por ejemplo
El imbécil ese que vive enfrente de casa de Quique
Desgajar tus bucles es algo que extrañaría en demasía
Siempre fue un buen alimento para la melancolía
Delirio, contagioso como enfermedad sexual
También extrañaría tus ojitos dormilones
Rasgados como rasguño de jacaranda
Tus manos
¿Cómo te digo que tus manos están abastecidas como mercado en la mañana?
Aromas y sabores, antojos, casi nada es obscuro
Como cuando tocas la guitarra
Y tus dedos cayados son cada día más canijos

Cuando terminé de escribir escuché a Bob Dylan
Recomiendo su interminable apatía
Bob Dylan es genial
Un escritor que no escribe
Una broma que no da risa
Una eyaculación precoz
Un multiorgasmo sin ningún te quiero
El autobús destazado
Unos cientos de canas al aire, heridas en el glande
Órganos vitales: desmadrados
Carnicerías que dan miedo
Un cagón que no caga
El dormitorio sombrío
Cinco monedas en la bolsa
De tres denominaciones distintas
Dos de cincuenta centavos
Dos de a peso
Una de dos
La luna que parece limón
Y tu ausencia, instalada en las áreas limítrofes
De la desesperación

Aquel día fui el último cliente. Ni que fuera DJ. Al salir rebotaba en las paredes y me quede dormido en una banqueta de la cuatro poniente. Tome un taxi del que salí corriendo a causa de mi falta de dinero. Llore mientras caminaba. Llore por no saber absolutamente nada. Cuando llegue a mi casa vomite. Vomite flores. Vomite veneno. Vomite toda la bilis, la cual tomo forma de mancha melancólica embarrada en el piso, parecía monstruito. La he observado durante horas y le he encontrado muchas formas la verdad. Una de ellas es mi epitafio.